Fogatas para escribir, y volver a encender
Su forma era parecida a la del fuego, sus manos largas flameaban en el fuerte viento como grandes llamaradas. Al principio, cuando ellas intentaban sujetarme, no lograban otra cosa que convertir ese manipuleo, en un hecho únicamente erubescente para mí. Luego de ya sucedido un tiempo, aquellas flamas sólo lograban invisibilizar los límites entre nuestros cuerpos. Éstos, enormes destellos de magia y sabiduría, metáfora del encendernos para tirar a la quimera y hacer cenizas todos los disfraces. La inminencia del ferbor se grababa a máxima temperatura, día a día, noche tras noche. Sale el sol, ya es de día. Tiemblo de sólo pensar en los momentos previos al desayuno... nuestros cuerpos, ya cadáveres, no son otra cosa sino que las ascuas de la penumbra. El tiempo siguió sucediéndose, y esta lumbre ya no es fácil de contender. Pues su forma crece, ahora ya sus pies también son de fuego, también su boca, también su pelo, también su aura. ¿Qué clases de miedos son, los que hacen de su cue...